"Entre menos sepa más vive” decía mi tía que nació sin espavientos y un día se murió intacta: Señorita-señorita. Una añoranza que coincide con la fiesta de cumpleaños de la señorita Julia del Carmen Aunta Torres, quien con su cara de victoria, celebró los 100 añitos, en la vereda de Avendaños en la ciudad de Duitama.
La señorita festejó su centenario en una mañana boyacense en que los girasoles amanecieron más arrebatados que su fibromialgia, que son como –¡veinte dolores verdes y distintos! Ella que pasea otro enero por los páramos andinos del Santuario Guanentá, pareciera que no tuviera ninguna edad; porque jamás aprendió a leer y nunca conoció varón. En palabras de mi tía, “alma bendita”, quien sentenciaría con lujo de inexactitud, que esas dos razones serían la pócima domestica para alcanzar la longevidad.
“Julita” la centenaria, nunca hizo colectas para salvar a nadie, y es que ni el saludo les devolvió a los curas, apostaría que esa mujer, es lo más parecida a la tía Julia y el escribidor, del nobel Mario Vargas Llosa, cuando dice _ Que no le interesa toda la gente, sino la más excitante, la que da a cada sitio su perfume y su color, que si un personaje es ginecólogo debe vivir donde le corresponde, y lo mismo si es sargento de la policía.
De su infancia se sabe muy poco, una ardua letanía de anécdotas triviales y de terribles injusticias en un contexto de pobreza y machismo le dejaron escasas dotes intelectuales, pero, aun así, les pide a las sobrinas leerle las novelas de las hermanas Brontë.
Esta crónica conmemora una década del funeral de mi tía, a quien le rendí un minuto de silencio, pero no a su equilibrio entre el saber y la abstinencia, sino a la loma pelada que me heredó a 18 km de Sogamoso. Me hubiera dejado millonaria, pero no le alcanzó el impulso; pues tuvo más sobrinos que la edad, pero la divertían estos sangriligeros comentarios periodísticos, como la memorable historia de la señorita centenaria, que hoy dormita detrás de la ventana, burlándose del tiempo.
ESCRITO AL MARGEN: La compañía de servicios públicos COSERVICIOS, se echó a dormir sobre los laurales ajenos. Es increíble que los 2.500 millones que factura por el servicio de aseo, no alcance para comprar una guadañadora: Que recorte las orillas y bordes del césped, de los separadores, andenes, avenidas y parques, que se los está comiendo la maleza, como a Sogamoso, donde la negligencia y el burocratismo, convirtió a este pueblo en el más feo, hambriento y desamparado. ¡Ay mi pueblo, pobre pueblo triste! _ ¿Quién lo sacará del abismo?
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